Veinticinco años de conflictos bélicos llevan los afganos sobre sus espaldas. Es un pueblo traumatizado que ha visto deshacerse su país, a golpe de religión, intereses internacionales y pólvora. Un territorio vasto e incomunicado en el que el Estado no tiene el monopolio de la violencia. Es decir, el poder está dividido entre el gobierno, (con beneplácito de Naciones Unidas), los líderes religiosos, los líderes locales, los étnicos, los señores de la guerra, los señores de la droga y los talibán que siguen controlando importantes zonas.
En medio de este caos, las mujeres afganas, son víctimas entre las víctimas, marginadas entre los marginados, castigadas entre los castigados. En ningún lugar del mundo se maltrata tanto a la mujer como en Afganistán. Ya no hablo solamente de la sabida exclusión social, o la sumisión religiosa y machista a la que están sujetas su pena de castigos físicos que pueden conllevar la muerte, ni de su evidente padecimiento de guerras o entreguerras.
En Afganistán, a pesar de que los propios afganos comienzan a cuestionarse algunas convicciones nefastas, la mujer sufre un analfabetismo que llega hasta el 90% en las zonas rurales, (cifra por encima de la media mundial). A la mayoría aún se les prohibe ir a la escuela o visitar al médico, (incluso si el médico es mujer), cuando están enfermas. Ni se evita que los partos se efectúen en la propia casa con la asistencia de una comadrona. Todo ésto dispara sus cifras de mortandad de manera alarmante. Las solteras están condenadas a la mendicidad y las casadas son casadas porque a menudo les arreglan sus matrimonios, o simplemente las venden.
Lo que aquí llamamos violencia de género, allí es extensiva . No solo agreden los maridos, agreden las suegras y los propios hermanos de la susodicha. La lapidación sigue siendo una práctica como lo atestigua el caso de Amina, asesinada recientemente por sospecha de adulterio. (Su propio marido que además llevaba cinco años desaparecido, y las autoridades locales fueron los verdugos). Algunas queriendo mejorar su situación, (oh ironía). han vuelto al burka para escapar de casa y desplazarse a escondidas.
Son mujeres de belleza serena. Ojos profundos como abismos blandos. Mirada "querible, besable, amable". Mujeres de vida y esperanza con sueños diminutos para quienes la palabra "derecho" es sinónimo de "quimera". Mujeres que apenas se conforman con que los radicales talibán no vuelvan al poder y las encierren de nuevo bajo llave.
No hace falta describir con más detalle su infierno, baste un solo dato: Más de cien mujeres afganas se suicidan al año. Muchas de ellas, como grito postrero, se rocían de gasolina y se prenden fuego, seguramente con la legítima pretensión, de que el viento arrastre el humo y traiga el olor a sufrimiento y ultraje, hasta nuestras frágiles, pequeñas y acomodadas narices occidentales.
Este aumento de suicidios es imparable y vertiginoso. Las restricciones de libertad son tan largas que tendría que escribir varios post. Aquí puedes ver algunas.
A continuación dejo un video que me llenó de indignación, no sólo por ser mujer sino porque todo ese maltrato y desprecio hacia las mujeres por parte de los hombres se hace en nombre de Dios, de sus creencias y peor aún es que las mismas mujeres son las que apoyan y promueven éste tipo de situaciones al no conocer otra ideología.
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